Laura Zommer se planta de cara a una lucha contra la desinformación rentable. Una batalla librada no con armas, sino con datos, rigor y una ética inquebrantable. Responde a la llamada desde Buenos Aires, recién llegada de Bogotá, donde obtuvo el premio por su labor pionera en la verificación de información en América Latina.
Zommer traza un mapa implacable de un campo minado. “La desinformación es un negocio. La mentira vende y rinde”, asegura. Expone una radiografía cruda de un sistema que prioriza el lucro por encima de la verdad. Un sistema donde las grandes plataformas tecnológicas, otrora guardianes de la información, se han “sacado la careta y abrazaron sin pudor su vocación de rentabilidad”.
Con más de una década al frente de Chequeado, la primera organización de verificación de datos de Argentina y el Sur Global, ve en la creciente sofisticación de la desinformación un desafío. “Cada vez más, los contenidos manipulados con Inteligencia Artificial son más difíciles de distinguir con los sentidos humanos. Hace unos años, la IA se equivocaba y en una imagen hacía seis dedos o un muñón en las manos, ahora mejora cada vez más rápido y hay videos hiperrealistas que cuesta distinguir que no son reales”, advierte. Aquí es donde, lejos de resignarse, ve en esta realidad un desafío. “Tenemos que encontrar maneras alternativas de llegar a las audiencias que nos necesitan –remarca-. No se trata de un público sediento solo de entretenimiento, sino de ciudadanos que anhelan información de calidad para tomar decisiones informadas”.
La industria del odio
Zommer es también la creadora de LatamChequea, la primera red regional de fact-checking, que conecta a más de 45 medios de comunicación en 19 países de América Latina. Zommer construyó trincheras en un territorio donde los hechos se enfrentan a las emociones, las creencias y los memes. A modo de ejemplo mencionó el caso de la periodista brasileña, Patricia Campos Melo, quien le ganó juicios a Jair Bolsonaro. “Vivió muy de cerca la industria del odio generada desde un poder público como la presidencia y aprovechando los mecanismos que permiten las plataformas para expandir el odio y no ser transparentes en quienes están detrás. Muchos de los que hacemos periodismo, no sólo verificación, asumimos que viene con la profesión bancarse cualquier tipo de ataque, aunque sean infundados, y a veces liderados -como pasa en Argentina- por el presidente o por sus seguidores. No son todos trolls o cuentas automatizadas; muchas veces son personas convencidas; también lo vivimos en la época de (Mauricio) Macri y de Cristina Kirchner, en las que había hordas de seguidores que -sin importar lo que dijeran los datos- seguían dentro de su propio relato”.
Dueña de una vasta trayectoria en el periodismo, advierte que el nuevo escenario expone un desafío. “Cambió la forma en que la gente se informa. Hay lo que los académicos llaman un consumo incidental de noticias; mientras la gente está en las redes encuentra contenidos disfrazados de noticias, que pueden ser basura o propaganda. Los periodistas tenemos el desafío de conocer que estamos operando en un espacio que algunos llaman ‘desorden del ecosistema informativo’ y que una de las herramientas que se usa es la deslegitimación del periodismo profesional –afirma-. Así como a veces reconoce cosas buenas, tiene entre sus funciones marcar lo que no está bien, y a los líderes con rasgos autoritarios o populistas eso no les gusta”.
Zommer sigue en pie de lucha. Su arsenal es la verificación y el periodismo de calidad. “Como periodistas –insiste-, tenemos que intentar evitar que nos dejen parados en el lugar de opositores.
Hacer nuestro trabajo implica, muchas veces, marcar que lo que están haciendo los gobernantes no coincide con las leyes”.
Deepfakes y campañas
Al frente de Factchequeado, Laura Zommer mantiene una conexión constante con Estados Unidos. Esta organización de verificación de datos actúa con un equipo descentralizado estratégicamente ubicado en puntos clave: desde Florida hasta Nueva York, Georgia, Houston y Los Ángeles, donde se encuentran sus reporteros y el equipo de comunicación. Además, cuentan con una corresponsal científica en Madrid y una productora de videos en México.
El clima de campaña electoral se percibe en el aire de Buenos Aires. Reaparecen los contenidos virales falsos que se propagan en las redes sociales. El lenguaje agresivo se sube al escenario del discurso público. Surgen los deepfakes, que son videos que parecen hiperreales, aunque han sido manipulados por IA para engañar.
Insultos
Consultada sobre los insultos de Milei contra dirigentes opositores, periodistas y referentes culturales, Zommer lo enmarca en una tendencia global. “Lo estamos viendo no solo en Trump y Milei sino también lo vimos en políticos como AMLO en México, ya que no solo en la derecha existe el intento de deslegitimar a la prensa. Son rasgos autoritarios, acciones y características que no se llevan bien con una democracia, que no entienden que aceptar la crítica es parte de su tarea. Cuando insultan se vuelven a parar en el lugar de líderes de sus partidos, no en líderes del Estado. Durante el panel de cierre del Festival Gabo –rememora- hablábamos sobre el ejercicio del poder en América Latina -había colegas de Venezuela, El Salvador y Nicaragua, que están enfrentando dictaduras o modelos autoritarios más extremos, junto a periodistas de Brasil, Ecuador, Perú y Argentina, en mi caso, que identificábamos rasgos autoritarios comunes como la denigración brutal de la prensa o la oposición”.
En Bogotá dio un taller titulado “Mentiras con poder”. Allí pidió a los colegas de LatamChequea, la red fundada en 2014, que detallara la peor mentira que habían chequeado en estos años. “Hay mentiras asombrosas en boca de los presidentes, engañando a los ciudadanos. A principios de año, Mark Zuckerberg -que maneja Facebook e Instagram- cerró el programa de chequeos en Estados Unidos y acusó a las organizaciones de estar en contra de Trump. En ese discurso se sacó la careta, dice ‘no voy a fingir más que soy neutral, voy a tomar partido, inclinaré la cancha’. Sostienen públicamente que no sirve hacer chequeo porque a la gente no le interesa la información o porque solo quiere entretenimiento. Creo todo lo contrario: un informe de Reuters dice que en EE.UU. el 30% tiene dudas sobre una noticia y recurre a un chequeador. Una de las máximas es seguir haciendo periodismo de calidad, riguroso y profesional, siendo inflexibles en los principios y valores éticos, pero muy flexibles en los formatos. Para hacer periodismo de calidad, en el caso de Factchequeado, no alcanza con un buen reporteo bien escrito, que era lo que significaba hacer periodismo de calidad en La Nación cuando empecé hace 30 años; hoy periodismo de calidad es asegurarte que esos contenidos rigurosos están disponibles en los formatos que la gente consume, y esos formatos implican audios para WhatsApp, reels o videos para los más jóvenes”.
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